CREDA
Cuando cocinamos una merluza en nuestro horno, estamos en la última parada del largo viaje que hacen los peces desde que se pescan en el mar. Son muchas y diversas las industrias que trabajan para hacerlo posible. El viaje comienza con el personal pescador, de este vamos al distribuidor y, finalmente, al mayorista y las tiendas minoristas, donde los consumidores y consumidoras, terminamos comprándolo.
En esta cadena de suministro, hay muchas ocasiones en las que se desperdicia pescado. Para minimizar este desperdicio, en los últimos años se han llevado a cabo varias iniciativas. En CREDA, por ejemplo, estamos desarrollando un proyecto que nació como respuesta a la demanda del sector pesquero. El objetivo es recopilar datos de toda la cadena para detectar puntos débiles, es decir, identificar dónde se está desperdiciando pescado comestible.
Esta y otras iniciativas han tenido lugar en el marco de la nueva Política Pesquera Común (PPC). La nueva legislación ha conseguido dos objetivos principales: por un lado, reducir el desperdicio de pescado y, por otro, tener un mayor control de las reservas disponibles, algo que es fundamental, pero no es nada fácil en la pesca —estimar los stocks de peces no es como contar cuantas ovejas hay en una granja!—. El desconocimiento histórico del estado de las poblaciones de peces nos ha impedido saber si estamos logrando una actividad pesquera sostenible o si estamos sobreexplotando los océanos.
Para saber más sobre la nueva ley que se ha implementado y cómo ésta nos afecta, hemos hablado con Saray Ramírez Rodríguez, bióloga especializada en producción de recursos marinos, profesora de la UPC e investigadora en CREDA.
Descartando menos, comiendo más
Ramírez nos cuenta que durante el proceso de pesca no es fácil capturar sólo la presa deseada y, por ello, los pescadores siempre han descartado los ejemplares sin interés, una práctica que consiste en devolver al mar el pescado capturado accidentalmente. Hay varias razones por las que un pez es rechazado; por su tamaño, por la cuota (que restringe las especies y la cantidad que se permite pescar) o porque son difíciles de vender. A veces estos peces descartados sobreviven, pero muchas veces no.
Por ejemplo, en la pesca de cerco, que no es muy agresiva porque se practica en la superficie (como máximo a 30 metros de profundidad, sin tocar el fondo), los pescadores y pescadoras que intentan pescar sardinas a veces atrapan peces luna por error, pero esos ejemplares pueden ser fácilmente identificados antes de subirlos a bordo y, por lo tanto, son devueltos vivos al mar. Sin embargo, si atrapan alachas (que son de tamaño similar a las sardinas) sin darse cuenta, no pueden identificarlas hasta que ya están a cubierta y, muy probablemente, se han muerto. Antes de que se introdujera la nueva Política Pesquera Común, las alachas muertas a menudo se descartaban en el mar.
“La gran cantidad de descartes no contabilizados es sin duda un enorme desperdicio de alimentos y no nos permite saber el impacto real que tenemos en los ecosistemas”, dice Ramírez. Además, si no sabemos cuántos peces pescamos porque muchos no llegan a puerto, no podemos controlar el estado de las poblaciones de peces.
Para cambiar esta situación, la ley Descartes Cero de la Política Pesquera Común (PPC), impulsada por la UE, obliga a los pescadores y pescadoras a llevar a puerto todo lo que capturen.
En el Mediterráneo, la ley permite cierta flexibilidad e incluye la excepción “minimis”. Ramírez explica que el «minimis» establece un número específico de peces que se pueden descartar, por razones de tamaño o cuota, y no requiere desembarque, por lo que no implica un coste para los pescadores. A cambio, pide al personal pescador que tomen nota de sus descartes. Con esta práctica podemos tener control de lo que estamos descartando y, a la vez, reducimos el desperdicio de alimentos y permitimos que lleguen a las tiendas muchos pescados que anteriormente se habrían descartado.
Pescadores y pescadoras; la ley en sus manos
Para que esta ley funcione correctamente es fundamental la responsabilidad de los pescadores y pescadoras, ya que les corresponde llevar a puerto todo lo que pescan, sin sobrepasar los mínimos y llevando un registro de los descartes.
Saray Ramírez nos cuenta que, basándose en su propia experiencia embarcando en el Mediterráneo, esta ley ha sido muy bien recibida por todos los actores involucrados, porque a largo plazo “da más de lo que quita” a los pescadores y pescadoras. Aunque les pide un pequeño esfuerzo, también les asegura que año tras año podrán seguir pescando en un ecosistema saludable. Los pescadores y pescadoras del Mediterráneo que Ramírez ha podido conocer son conscientes de ello: “si pescan más de lo debido, se están haciendo daño a ellos mismos”.
Más allá de la norma
Para hacer realidad el descarte cero, la ley incluye una vertiente divulgativa, con muchas iniciativas para crear conciencia en todos los sectores, desde la pesca hasta la distribución, el comercio mayorista y minorista, y el consumo.
La investigadora Ramírez nos cuenta que, con el grupo de CREDA, también trabaja para aportar conocimiento y optimizar los recursos, para conseguir revalorizar de nuevas especies mediante la elaboración de estudios de mercado. De esta forma, en CREDA podemos proporcionar información clave para introducir el consumo de nuevas especies en la sociedad y así, conseguir que se coman pescados que antes eran descartados.
Con nuestra investigación junto con la nueva ley de Descartes Cero y muchas otras iniciativas públicas estamos logrando reducir el desperdicio de alimentos, asegurando un mejor control de las reservas de peces y fomentando una mayor variedad de pescados disponibles para comer, al mismo tiempo que logramos una mejor conservación de los océanos.