- La metodología CRISPR pretende reproducir variedades vegetales resistentes a enfermedades para mejorar la adaptación de los sistemas agrícolas a los cambios de temperatura.
- Para Djamel Rahmani, representante del CREDA, «este tipo de proyectos suponen un reto, ya que partimos de la base de que la sociedad tiene una percepción negativa hacia este tipo de productos».
11 de marzo de 2024
El Centro de Investigación en Economía y Desarrollo Agroalimentario (CREDA) es una de las entidades socias del proyecto ‘From consumer protection to innovation marketing of green genetic engineering: Policy recommendations for optimised innovation communication’, que se inició el 1 de abril de 2022. Con este proyecto, que utiliza la ingeniería genética verde para reproducir variedades de plantas resistentes a enfermedades, se pretende impulsar la adaptación de los sistemas agrícolas al cambio climático y objetivos ambientales.
El proyecto sigue la búsqueda del método de edición genética CRISPR desarrollada por las investigadoras Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, con la que ganaron el Premio Nobel de Química en 2020. Su propuesta se basa en “la activación selectiva de una mutación en un punto específico del ADN, lo que evita la incorporación de genes extraños en el organismo”. Con su uso, podría llegar a reducirse el uso de productos fitosanitarios en la agricultura.
El proyecto cuenta con un conjunto reducido de socios y socias: Leibniz Institute of Plant Biochemistry IPB, Leibniz Institute of Agricultural Development in Transition Economies (IAMO) y CREDA. Así, su propósito se reduce al estudio de la disposición de compra de tomates genéticamente modificados (CRISPR Tomatoes) en Alemania.
Chema Gil, Doctor en Economía y director del CREDA, y Djamel Rahmani, Doctor en Análisis Económico y Estrategia Empresarial, son los representantes del centro catalán en el proyecto. Para ellos “participar en proyectos de este tipo es un reto, puesto que partimos de la base de que generalmente la percepción de consumidores y consumidoras hacia productos editados genéticamente es negativa”, asegura Rahmani.
Sin embargo, destaca, “también permite evaluar el efecto de la información compartida y ver si la forma en que se presenta origina algún sesgo más positivo en la sociedad”.
Para llevar a cabo el proyecto, se presentarán dos vídeos, un científico objetivo y uno más narrativo, a 2.000 consumidores y consumidoras que tendrán que responder a una encuesta y realizar un experimento de elección donde se utilizarán los tomates editados. El objetivo de esta prueba es conocer la influencia de la información en el comportamiento de selección del consumo, así como la disposición a pagar por productos editados genéticamente.
Además, mediante el estudio y observación de las respuestas recogidas, el proyecto busca contribuir a la aceptación de los nuevos métodos de ingeniería genética verde por parte de los usuarios y usuarias finales, para fomentar una mejor sostenibilidad en los sistemas agrícolas.
Aparte de la realización del proyecto, el gobierno alemán también ha organizado eventos de discusión y ha compartido información sobre la ingeniería genética verde que pueda agilizar el diálogo social y la comunicación científica.