CREDA
Pan que se pasa de fecha. Yogures caducados. Restos de platos… ¿Cuánta comida válida para el consumo crees que tiras cada año?
Gracias a esta iniciativa del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, tenemos algunos datos interesantes: en 2020, 13 millones de kilos de alimentos fueron desperdiciados en los hogares, ya fuera en formato de productos sin utilizar o como restos de recetas. Una cifra muy similar a la de 2019, donde este valor ascendía a los 14 millones. Y así lleva ocurriendo durante los últimos años: en las casas tiene lugar el 42% de las pérdidas y desperdicio totales.
Este derroche tiene unas consecuencias graves tanto para la economía (tanto del hogar como globales) como para el medio ambiente. Y aunque existen muchas medidas para evitarlo, los datos nos indican aún nos queda trabajo por hacer. ¿Qué otras herramientas tenemos para concienciar a la población?
Amèlia Sarroca, experta en gastronomía y tecnología de los alimentos de CREDA, nos da algunas ideas para combatir el desperdicio alimentario en hogares. Como chef e investigadora, ha identificado un arma secreta de concienciación presente en muchas de las casas: niños y niñas y adolescentes. Y nos explica por qué.
El poder de los y las más jóvenes
Los niños y niñas tienden a imponer su visión del mundo en las casas, muchas veces a costa de la tranquilidad de sus familiares, compartiendo cualquier nuevo conocimiento que les parezca interesante. Esta actitud proactiva y generalizada para edades entre los 3 y 8 años aproximadamente se puede aprovechar para hacer llegar a los hogares las prácticas antidesperdicio. Educando a los niños y niñas no solo conseguimos concienciar a las futuras generaciones, sino que también logramos un impacto en la de sus padres. “Cuando los niños y niñas aprenden técnicas de aprovechamiento, ya sean recetas o buenas prácticas que pueden aplicar en casa, presionan también a sus familiares para que las realicen” nos dice Sarroca.
En muchos casos, la escuela de la alimentación está fuera de las clases, ya que es en los comedores de los colegios donde los niños y niñas tienen la oportunidad de aprender sobre la comida y el desperdicio. En estos comedores la concienciación se puede crear a nivel del propio consumo y desperdicio que ellos mismos realizan. ¿Cómo lo logramos? Con dos ejes clave sobre los que podemos actuar: la implementación de estrategias antidesperdicio y la formación de los monitores escolares.
Por ejemplo, una práctica que ya se lleva a cabo en algunos colegios es el semáforo del hambre. En ella se les da a los niños y niñas la opción de escoger la ración que desean tomar de cada alimento (teniendo en cuenta siempre la dieta saludable con la vigilancia de los monitores). Al servirse, pueden elegir una ración grande (denominada, por ejemplo, de león), mediana (de zorro) o pequeña (de pájaro) en función de su hambre y apetencia, evitando así la acumulación de restos de comida en los platos. Otra estrategia consiste en la medición del propio desperdicio tras la comida, de forma que quede expuesto visualmente la cantidad de alimento que se tira cada día y se les aporten las herramientas y consejos necesarios para que lo eviten.
En estas estrategias es indispensable la intervención de los monitores. “Su formación para aplicar estas medidas correctamente y concienciar a los niños y niñas tiene un alto impacto en sus cambios de conducta ya que funcionan como modelos a seguir para los ylas más jóvenes” destaca Sarroca.
La cocina, trending topic
El rol de los niños y niñas para concienciar contra el desperdicio no termina al llegar al instituto. “Los adolescentes tienen un mayor impacto en el tema de las perdidas por causas estéticas, y el hecho de que ellos en casa tomen el rol de ayudar a padres y madres a hacer la lista de la compra” nos cuenta Sarroca “Además, con su fuerte presencia en las redes sociales, la concienciación de unos pocos puede tener un fuerte impacto en el resto”.
Uno de los ejes clave en la concienciación durante la adolescencia es el aprendizaje de cocina de aprovechamiento. Una actividad que se ha estado llevado a cabo en los últimos años, tanto para personas adultas como jóvenes, consiste en la visita a un centro de recogida de alimentos que no son aptos para la venta, normalmente por no cumplir los cánones de aspecto, pero que aún son comestibles. Estos alimentos suelen llevarse a entidades benéficas, pero durante la visita cada asistente escoge distintas frutas y verduras para utilizarlas en el taller. Una vez en la cocina, los instructores e instructoras enseñan distintas formas de aprovechar todas las partes de los alimentos traídos en la visita, y se preparan recetas de aprovechamiento fácilmente aplicables en el hogar. Después, se mide el desperdicio generado durante el taller, comparándolo con el habitual en las casas.
Con este tipo de actividades no solo se conciencia al alumnado, sino que se le dan las herramientas necesarias para que en esta etapa de su vida en la que comienzan a tener una mayor independencia, la ejerzan de forma sostenible. Aprovechando también las tendencias de la alimentación y la cocina en estas generaciones, podemos potenciar su participación en el hogar, ayudando a cocinar, comprar, hacer la lista de la compra e incluso concienciar a sus padres y madres.
En CREDA llevamos años elaborando estudios de desperdicio alimentario y asesorando a empresas de producción primaria y agroalimentaria en esta área. Sin embargo, “la educación es en lo primero en lo que hay que invertir para conseguir el cambio”, como afirma Sarroca. Por ello CREDA ha colaborado en numerosas actividades municipales y educativas como el semáforo del hambre y los talleres de cocina de aprovechamiento, promoviendo las prácticas antidesperdicio en los consumidores y las consumidoras y los hogares. Nuestra experiencia y conocimientos están al alcance de todos. Si crees que podemos ayudarte a implementar medidas antidesperdicio en un centro escolar, ¡no dudes en contactarnos!