CREDA
Desbancando mitos de la acuicultura
La compra local, minimizar el desperdicio, evitar las marcas de producción intensiva, … son prácticas que cada vez más personas adoptamos en nuestra vida diaria. El consumo responsable es uno de los elementos clave para el desarrollo sostenible. Sin embargo, ¿se está traduciendo bien este consumo responsable en los productos del mar?
Los productos obtenidos del medio marino pueden proceder de la pesca (captura de los peces) o la acuicultura (obtención a través de cultivo). La producción se divide más o menos equitativamente entre ambas fuentes; sin embargo, existen grandes diferencias en su percepción social. Según diversos estudios, en nuestro imaginario colectivo entendemos la pesca como una actividad sostenible, y la acuicultura como la versión intensiva de la pesca. Una percepción que se extiende desde los propios intermediarios de los alimentos a los consumidores y consumidoras. Pero, ¿cuál es la realidad tras estos imaginarios?
Desde CREDA, Lourdes Reig, doctora en ciencias del mar y actual vicerrectora de la Universidad Politécnica de Cataluña, nos ayuda a desbancar los principales mitos sobre la acuicultura que están frenando el desarrollo de un sistema de producción con mucho potencial.
Lo mejor para nuestra dieta (y nuestro bolsillo)
El consumo de pescado y otros productos marinos es la base de numerosas dietas, proporcionando nutrientes clave como proteínas, vitaminas, minerales, omega 3, … En general es un alimento recomendado para toda la población y considerado imprescindible. Se dice que los productos obtenidos de la pesca presentan mejores propiedades nutricionales que los procedentes de acuicultura. ¿Es esto cierto? La respuesta más honesta es: a veces.
“Los organismos en el medio natural comen lo que pueden, y hay veces que no encuentran las mejores condiciones para crecer bien”, así nos lo cuenta Reig. Existe una alta variabilidad en la calidad del producto de pesca: las calidades de pescado más altas pueden encontrarse en estos productos, pero igualmente las más bajas. Y esta variabilidad afecta a la disponibilidad y por tanto al precio de los alimentos.
El producto de acuicultura no se ve afectado por estas variables y ofrece una calidad, precio y disponibilidad constante. En ocasiones esta calidad será menor que la del alimento obtenido por pesca, y en otras, mayor. El beneficio principal de la acuicultura es darnos la seguridad de que el producto que compramos cumple nuestras expectativas. Y además, al ser de producción controlada, resulta más accesible económicamente.
Sinónimos de sostenibilidad
La idea ampliamente extendida de que la acuicultura es una versión intensiva de la pesca se basa tan solo en mitos. Realmente, ni la pesca ni la acuicultura son sostenibles de por sí. Cada una puede presentar ambas caras de la moneda.
Cuando hablamos de pesca, no nos referimos solo a los pequeños barcos tradicionales que cada día salen de puerto y vuelve con su producción para venta. “La pesca también recoge la actividad de grandes embarcaciones que permanecen meses realizando capturas masivas, a veces con artes de pesca escasamente sostenibles,en alta mar, con barcos de soporte que transportan la mercancía y el personal para mantener la alta producción” nos cuenta Reig. “Este tipo de prácticas, [en términos de sostenibilidad y bienestar animal], no se aleja de la producción intensiva de aves en jaulas.” Por tanto, aunque esté ocurriendo en el medio natural, la pesca puede no ser sostenible.
De la misma, en el caso de la acuicultura nuestro imaginario nos lleva a piscifactorías de alto rendimiento, con bajos cuidados del bienestar animal. Sin embargo, existe otra realidad, basada en numerosos estudios de producción ética y sostenible, que fundamentan una acuicultura responsable. Los nuevos conocimientos y tecnologías permiten que la acuicultura se adapte a las necesidades ambientales y de producción actuales.
En palabras de Reig “La tecnología ha mejorado mucho en muchos aspectos, en uno muy importante ha sido entender el comportamiento de las especies, adaptar los espacios de cultivo, la calidad del entorno,… […] Lo he visto con mis propios ojos en los años que llevo dedicándome al sector, incluyendo investigación en las propias factorías.”
Libres de riesgo
La creencia de que en la acuicultura se utilizan antibióticos y hormonas como promotores del crecimiento proviene de las grandes polémicas ocurridas en la ganadería alrededor de los años 60. El abuso de estos medicamentos en la producción dio lugar a intensas medidas de regulación de obligado cumplimiento para la industria.
Sin embargo, la acuicultura es una práctica que realmente se desarrolla en España alrededor de los años 70-80 con la trucha en agua dulce, y de los 90 en el caso de especies marinas. Se trata de un sistema muy reciente, que en el momento de su creación ya se encontraba dentro del marco regulatorio generado tras los excesos de la ganadería.
El único uso de antibióticos que se realiza en la acuicultura tiene el mismo objeto que en ganadería y humanos: tratar enfermedades y siempre bajo estricto control veterinario. Y como en el resto de industrias, se rigen por una estricta legislación sanitaria y de seguridad, tanto para el animal como para el consumidor o consumidora.
Para Reig, al igual que para otros y otras profesionales del sector, la acuicultura que se desarrolla bajo los correctos parámetros de sostenibilidad, es un sistema con numerosos beneficios alimentarios y sociales, que se está viendo bloqueado por una mala percepción y por la creencia en falsos mitos que no se sostienen en la práctica actual. El verdadero dilema no está en preferir el producto de acuicultura o de pesca, sino en tener acceso a la información que nos permita escoger el producto sostenible. Y para ello debemos tener en cuenta tanto los potenciales beneficio de la acuicultura, como de las prácticas intensivas de la pesca.