Omar Guadarrama, doctor en Sostenibilidad
Dentro del sector de la alimentación, existen etiquetas y certificaciones que otorgan valor e información sobre los alimentos. ¿Pero realmente afectan a las decisiones de consumo? En CREDA llevamos años estudiando el comportamiento y la actitud de compra de los consumidores y consumidoras y los efectos que determinados distintivos pueden tener sobre sus decisiones.
Omar Guadarrama, doctor en Sostenibilidad y experto del centro en esta temática, encuentra que el etiquetado de los alimentos «es una parte fundamental, tan importante o más que el propio alimento«. Para él, «la etiqueta es el carné de identidad del producto«, ya que es donde se indican las obligaciones legales como la marca y los ingredientes, pero también recoge «información adicional donde se incluyen algunos de los sellos de certificación«, asegura.
Información atractiva, clara y breve
No existe una receta única que determine cuál es la cantidad de información necesaria que debe acompañar a los productos para cumplir con los requisitos de los consumidores y consumidoras y no saturar.
Aunque el objetivo es informar de forma clara y breve, muchas veces las empresas añaden tantos detalles y sellos a sus etiquetas que las personas pasan de largo y no se interesan. Según Guadarrama, «esto ocurre porque el momento de decisión de compra de un alimento suele durar pocos segundos, incluso cuando se trata de productos nuevos«.
Quizás una solución sería añadir “la información necesaria y obligatoria que haga la lectura mucho más sencilla”, junto con los logotipos de certificación, “ya que generan confianza entre todas las personas, productoras, transformadoras y consumidoras”, remarca el doctor.
Certificaciones en Europa
A diferencia de las etiquetas, las certificaciones no aportan información básica, sino que garantizan que un producto cumple con una serie de requisitos. Guadarrama destaca que «la lista de aspectos a certificar es muy extensa«, ya que se pueden tener en cuenta «las técnicas y formas de producción, los materiales y condiciones de transformación y envasado, la inocuidad y seguridad de los alimentos, etc«.
Actualmente, en Europa existen dos tipos de certificaciones principales, privadas y públicas. Las primeras pueden ser impulsadas por empresas, asociaciones o individuos, con el objetivo de destacar la calidad (certificación ISO), promover la protección y sostenibilidad de determinadas zonas (rainforest), o destacar características (producto del año).
Por lo que se refiere a las certificaciones públicas, el doctor explica que se dividen según los sistemas de producción, “donde se destaca si son productos ecológicos, es decir, que para producir los alimentos, vegetales y animales no se utilizan productos químicos de síntesis”, y el origen de los productos o recetas.
En el caso de la procedencia, en Europa existen tres sellos que la certifican: (1) Denominación de Origen Protegida (DOP); (2) Indicación Geográfica Protegida (IGP); y (3) Especialidad Tradicional Garantizada (ETG). Todas podrían incluirse bajo el paraguas de Indicación Geográfica, pero «cada sello ha evolucionado hacia unas características clave para la protección«, asegura Guadarrama.
Protege una zona o región en la que se realiza la totalidad del proceso, desde la obtención del ganado o las semillas, hasta el procesamiento y envasado del producto final, pasando por la cría de los animales y el cultivo de los vegetales. Es la máxima protección de la Unión Europea y va enraizada con la tradición.
Protege una zona o región, pero se centra en las fases prioritarias y esenciales para la reputación de un producto, por tanto, permite que las semillas y el ganado provengan de otras zonas distintas de la protegida. Sin embargo, la transformación y el envasado deben hacerse en esta región.
Protege una receta, es decir, para conseguir la certificación deben cumplirse los requisitos asociados a la forma, tamaño, ingredientes básicos y el procedimiento de la elaboración.
Protección del origen catalán
Según el Departament d’Acció Climàtica, Alimentació i Agenda Rural (DACC), Cataluña cuenta con un total de 23 certificaciones de origen: 12 DOP, 10 IGP y 1 ETG.
Algunas de las más conocidas son el queso y la mantequilla del Alt Urgell y la Cerdanya, que se elaboran únicamente con leche de vacas frisonas nacidas, alimentadas y ordeñadas en estas comarcas; y la IGP Calçot de Valls, que garantiza el cultivo en las comarcas del Baix Camp, Alt Camp, Tarragonès y Baix Penedès, pero la semilla puede provenir de otras regiones.
El doctor reconoce que «el mundo del etiquetado y las certificaciones de origen va muy arraigado con la cultura y la tradición«, es por eso, que otros países o regiones también tienen sellos propios «como Francia la ‘Label Rouge’ o Cataluña la ‘Marca Q’”. Además, el territorio catalán intenta promover la compra de productos de proximidad mediante la inclusión de los sellos de ‘Venda Directa‘ y ‘Circuit curt‘.
Iniciativas para promover el consumo local
‘Proximity Fig Jam’ es un proyecto impulsado por el CREDA donde Guadarrama participa junto con Zein Kallas, investigador, y Adrià Menéndez i Molist, estudiante de doctorado. Esta iniciativa analiza el impacto de las dos certificaciones de proximidad sobre los consumidores y consumidoras de Cataluña.
Los estudios demuestran que desde su creación, en 2013, ambos sellos han tenido su lugar en la cadena agroalimentaria catalana, haciendo que los productos certificados sean más aceptados por el consumo. Sin embargo, el doctor destaca que «muchos más productores y productoras podrían adherirse para promover otros productos locales«.
Aparte de esta iniciativa, el CREDA participa en otros dos proyectos, el ‘Plan Estratégico DOP/IGP’ que pretende crear un documento que sirva como guía para el análisis de la sostenibilidad en las certificaciones y sus efectos; y el proyecto ‘GI-Smart’ que busca identificar la manera para desarrollar sellos de origen sostenibles en el ámbito europeo.