- El estudio llevado a cabo por los centros de investigación CREDA e IRTA muestra como las pérdidas y el derroche de los productos hortícolas se deben principalmente a las causas del sistema de comercio actual
- Frente a la situación, ambas instituciones plantean la creación y la aplicación de regulaciones y medidas tanto para el propio sector como para los consumidores y consumidoras
El Centro de Investigación en Economía y Desarrollo Agroalimentario (CREDA) junto con el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) han llevado a cabo un estudio para cuantificar la cifra de alcachofas y tomates desaprovechados durante las campañas 2019-2020 y 2020, respectivamente. El estudio ‘Diagnosi de les pèrdues i el malbaratament alimentari al sector hortícola de la carxofa i el tomàquet: quantificació, impacte ambiental i econòmic‘, que fue encargado por el Departament d’Acció Climàtica, Alimentació i Agenda Rural (DACC), muestra como las cifras de pérdidas y derroche de estos alimentos ascendieron a 692,5 toneladas, en cuanto a las alcachofas, y 16.522,4 toneladas en el caso de los tomates.
Según el análisis, las principales causas de estas pérdidas fueron las dificultades de acceso a los mercados, la volatilidad de los precios, la inadecuación de oferta y demanda y los errores en relación a una mala gestión de los stocks. Aún así, el estudio señala que hay factores externos que también afectaron al cultivo y a su postventa, incrementando la cifra de desperdicio. Algunos de estos factores son: las plagas y los hongos, los defectos estéticos o la situación vivida entonces a causa de la crisis de la COVID-19.
Estos factores supusieron un impacto tanto en el ámbito económico como ambiental, de modo que durante el periodo 209-2020 se registraron unas pérdidas y cifras de desperdicio que llegaban a más de trece millones de quilogramos de dióxido de carbono. Una cantidad a la cual el estudio suma 15 indicadores más, relacionados con la salud humana, la calidad de los ecosistemas y el uso de recursos. Así, aspectos como el consumo de gasoil, los procesos de embalaje y transporte, o la producción y emisión de fertilizantes, han presentado un incremento de las afectaciones hacia el medio ambiente, que se van acumulando a lo largo de toda la cadena de valor.
En lo referente al impacto económico, el estudio muestra como la mayor parte de los alimentos rechazados tiene lugar en los mercados centrales y en las grandes superficies, representando un valor económico de las alcachofas de alrededor de medio millón de euros, y de más de 13 millones para los tomates. Esta situación y el escaso valor que se da a los alimentos rechazados ha dado lugar al establecimiento de protocolos de actuación y seguimiento para así reconocer aspectos de la cadena de valor dentro de los precios del producto, como puede ser el trabajo de agricultores y agricultoras o el valor económico y ambiental del trabajo.
Después de realizar su estudio, tanto IRTA como el CREDA han llegado a la conclusión de que es necesario tomar medidas para evitar rechazar alimentos por motivos como las desigualdades estéticas, e incentivar un sistema de comercialización que tenga una duración más corta. Así, ambas instituciones defienden la aplicación de regulaciones tanto en el propio sector hortícola como al consumo.